07 agosto 2010

“España se nos muere, se nos está haciendo mayor: el otro Alpedrete”

Esta reflexión de hoy hacía tiempo que la tenía pendiente conmigo mismo. La tenía pendiente tras mis innumerables viajes de trabajo por Castilla la Nueva.

Hoy, al leer un artículo sobre el particular en un conocido digital de provincia, me he decidido a resarcirme de ello y tras pasar una relajada tarde de piscina me he dispuesto a ello…

En esta época que nos ha tocado vivir en la que, según algunos extremistas y otros muchos interesados, parece que cada día está más cerca la fragmentación de España (y digo España muy alto y muy claro más allá de la concepción que cada cual tenga de ella) no puedo por menos poner encima de la mesa mi opinión al respecto, y que por cierto dista mucho de esa: no creo en absoluto que España y sus gentes estén encaminadas a una fragmentación, pero sí creo, y no tiene absolutamente nada que ver con lo anterior, que hay una España que se nos hace mayor, que se nos muere...

Yo soy español, me siento español, y estoy muy orgulloso de serlo. He disfrutado como nadie viendo las calles de mi pueblo, de los pueblos cercanos y lejanos llenos de la bandera común que los españoles nos hemos dado, con motivo del mundial de fútbol. Y todo esto dicho por un hombre de izquierdas, socialista y republicano. Pero no soy amigo de esa España centralista que algunos nos han intentado imponer demasiado tiempo, esa “una, grande y libre” que durante tanto tiempo se apoderó de unos símbolos que pertenecen a más de 40 millones de españoles…España, y así lo demuestra su larga historia, es mucho más que eso. Es una mezcla de culturas y si se me apura de sentimientos, que poco tienen que ver con aventuras extrañas en busca de secesiones  imposibles. En los corazones de la mayoría de las gentes habita un sentimiento común de pertenencia a un lugar y de defensa de lo suyo que algunos intentan confundir interesadamente. Lo mismo defiende un extremeño sus campos, como un manchego sus Tablas de Daimiel, un salmantino "su papeles”, un alpedreteño sus canteras que un catalán su lengua. Y eso es normal. Como cada madre defendería a su hijo aunque sea un cabrón, con perdón. Por eso no me provoca ningún miedo las aspiraciones independentistas de algunos; simplemente me produce cierta desazón…exactamente el mismo que cuando otros intentaron enfrentar a todos con los catalanes por obra y gracia del dichoso estatut.

Para esto hay una solución que más pronto que tarde tendremos que poner encima de la mesa: la reforma de la ley electoral y del Senado como verdadera Cámara de Representación Territorial, en busca de una organización más racional tras 30 años de fructífera democracia.

El título es muy clarificador, “España se nos muere, se nos está haciendo mayor: el otro Alpedrete” pero ya he dejado claro que no por lo que muchos podían pensar al leer el titular…

Hay algo que tiene mucho peor remedio que lo anterior, y que merecería en mi opinión un urgente pacto de Estado en cuanto todo esto de la crisis pase…la despoblación de las zonas rurales.

Son muchas las provincias de España donde sus índices poblacionales llevan demasiados años siendo negativos. Son excesivas las comarcas enteras donde hace años que no ven el nacimiento de un nuevo vecino. Son demasiados los pueblos, pedanías, anejos, entidades menores (EATIM) donde ver a un vecino menor de 60 años es tarea más que imposible un martes del mes de febrero. Es insultante el número de municipios que eligen a sus alcaldes por Concejo abierto (menos de 100 vecinos). Es muy triste escuchar cómo te cuentan los Alcaldes que el pueblo no tiene escuela desde hace 20 años por falta de niños…Es bochornoso ver y contemplar cómo lugares únicos y maravillosos de los Montes de Toledo, de la Alcarria, de la raya salmantina o de otras muchas zonas de España, se mueren. Lugares de donde los últimos muchachos se marchan por la falta de “mozas” con las que formar una familia. Del éxodo por la ausencia de oportunidades, por la ausencia de inversiones o simplemente por el olvido.

Desde el piso de una ciudad desde el que algunos podáis leer esto, os puede parecer exagerado. Seguramente os provoca risa cuando alguna vez se ve en la tele eso de las caravanas de mujeres o cuando, ese anciano que en paz descanse decía eso de que “¿y el Madrid qué, otra vez campeón de Europa?” Pero pensad, en cómo será ese pueblo en el que nacieron vuestros padres o abuelos y al que ibais en verano hace años, en ese en el que os bañabais en el río cuando erais jóvenes, cuando, pasado el verano, todos volvíais a la ciudad…

Al llegar a uno de esos pueblos, como el otro Alpedrete, Alpedrete de la Sierra (Guadalajara), lo primero que notas es una intensa soledad. Te das cuenta que estás solo, de que no hay nadie por las calles. Si con suerte te cruzas con un par de personas, te das cuenta cómo te observan al darles los buenos días…Evidentemente, saben más que de sobra que es la primera vez que pasas por allí…Cuando paseas por esos rincones te das cuenta que allí no pasa el tiempo. Miras las fachadas de sus casas, con ese aspecto de a medio pintar tan característico…sus hombres con sus burros, porque gracias a dios, aún quedan burros… y sus bicicletas aparcadas delante de las casas, artilugios que bien podrían estar sacados de “las bicicletas son para el verano”. Paseas por esas calles de hormigón, estrechas y por supuesto sin aceras y lo haces con cuidado para no pisar la mantita con garbanzos y judías que la señora María ha dejado delante de su puerta. Oyes a lo lejos como una furgoneta parada pita insistentemente: es el panadero…Y al entrar en sus Ayuntamientos, descubres que comparten un auxiliar con otros 4 ó 5 pueblos de la comarca, y ahí se acaba todo. Al hablar con sus Alcaldes, si es que se da el caso normal que están jubilados y no están en sus quehaceres diarios, descubres como para arreglar una calle tienen que suplicar la subvención de alguien y si no, pues no se arregla. Pero son personas de verdad. Sin maldad. Siempre con una sonrisa y cargados de amabilidad y hospitalidad.

Recuerdo el primer pueblo que visité: Marrupe, en Toledo. Era un viernes de junio a eso de las 10 de la mañana. Había unas 50 personas en la plaza. ¿Serían las fiestas? Fuimos hacia el Ayuntamiento. Estaba cerrado. Un hombre se dirigió a nosotros...el Alcalde. Estaban todos tomando chocolate celebrando el nacimiento de la hija de la "chica de la farmacia". Tras visitar su embalse y su depósito de agua, el buen hombre nos invitó a conocer el nuevo centro social del pueblo. Una casa frente al Ayuntamiento, recién reformada, donde los vecinos podrían "echar la partida" y los pocos chavales pasar las tardes. ¡Se le veía una cara de felicidad! Ese hombre había conseguido el anhelo de sus vecinos con mucho esfuerzo y ahora, se enorgullecía de mostarlo a todo nuevo visitante que por allí pasaba...Me gusta recordar Marrupe, a sus gentes tomando chocolate celebrando un nacimiento y a su Alcalde orgulloso de aquella casita de dos pisos con napies y dominós encima de las mesas. Con eso, aquellas gentes eran felices.

Pero, ¿qué pasará en 50 años cuando por los efectos de la naturaleza esas humildes y gentiles gentes ya no estén? ¿Qué está pasando ya con todo esos “Señores Cayo” que se empeñan en no dejar morir esa España tan especial?

Ahora, en esta época de crisis, al igual que pasó tras la guerra, mucha de la solución para los parados seguro que estaría en el campo. Como ejemplo pondré a un cubano de Alpedrete; tras años en paro y de ya una imposibilidad real de vivir aquí, en la opulencia del alfoz de la Capital, marchó con sus maletas a la tierra de los conquistadores, al maravilloso campo de Extremadura, en busca cuando menos, de un futuro…espero que allí lo encuentre y sea feliz.

Cuando veo los parques del extrarradio de Madrid llenos de parados pasando la mañana me los imagino ganándose la vida dignamente en pueblos vacíos ayudando a los mayores a llevar los burros y los tractores y ordeñando vacas y haciendo la matanza...

Pero es verdad, y es una realidad que no desconozco, que esas zonas tampoco andan sobradas de oportunidades. La gente se va de allí por algo. Por eso pienso que si las gentes volvieran y las inversiones llegaran, con ellos llegaría la esperanza.

En esta época de crisis en las que muchos abogan por la desaparición de las Diputaciones Provinciales, yo apuesto por ellas. Ellas son las principales protagonistas de encabezar ese sueño de volver a ver renacer el campo, lo rural…quizás no con su organización e idiosincrasia actual, pero son las que mejor pueden canalizar la enorme inversión que debemos hacer. Eso, y el cambio de mentalidad centralista que tenemos de las cosas. No es normal que en una época en la que las distancias no se miden en kilómetros sino en tiempo, en el que todo está cerca, sólo lleguen las grandes inversiones públicas y privadas a las grandes concentraciones de gentes, a los centros de poder regionales y autonómicos. No es de recibo que en una comunidad autónoma se prime a una sola provincia por encima de las demás y a las capitales por encima de todo lo demás.

Es muy triste ver como esa España se nos muere. Es muy triste ver como zonas ricas en tierras de cultivo, en ganado, en recursos energéticos como sol y viento, en medio ambientes dignos de ser conservados y visitados, en caza y pesca y en muchas otras cosas, se nos quedan despobladas. Es muy triste ver como incluso los jóvenes de algunas capitales de provincia emigran por falta de trabajo. Y a eso le debemos de poner remedio. Es nuestra responsabilidad. Menos enfrentamientos pueriles y estúpidos y más mirar por la España que de verdad se nos muere…

1 comentario:

Enrique Gil dijo...

Hola Juan, estupendo artículo. Hacen falta más voces como la tuya... saludos cordiales