31 marzo 2013

Turismo fluvial: los arribes del Duero.

LOS ARRIBES

Por Aitor Ordax  El País

El caprichoso Duero se despide de Castilla y León por uno de los territorios más ancestrales del país: los Arribes del Duero. Un conjunto de comarcas zamoranas y salmantinas que miran hacia el parque natural como el modo de subsistencia frente al envejecimiento de la población, el éxodo rural y la necesidad de mejorar las comunicaciones entre municipios por carretera. Visitar los Arribes es un viaje a la España profunda donde la naturaleza y la acción del hombre conviven de la mano

Entre las provincias de Zamora y Salamanca se reparten el ombligo del río Duero. Es un reparto desigual –la sección salmantina ocupa dos terceras partes, mientras que la zamorana sólo una- que se extiende por una Zona de Especial Protección de Aves (ZEPA) e incluye 37 municipios, 51 núcleos de población y 17.000 habitantes. Sus gentes sólo tienen ojos para el parque y su explotación turística, ganadera y agrícola, y los Arribes sólo miran hacia su escultor: el gran río.

La utilización del Duero es compartida, debido a su carácter fronterizo hispano-luso, así como la navegación de sus aguas. Los más de 1.000 kilómetros cuadrados del Parque Natural Arribes del Duero ocupan la margen izquierda; la derecha pertenece al Parque Natural do Douro Internacional.

Conocido como los Arribes, las Arribes o las Arribas, este espacio, natural y rural al mismo tiempo, debe su gran valor paisajístico a la erosión del Duero que, con el paso de los tiempos, ha cortado el duro zócalo granítico. El desgaste ha permitido descubrir los contrastes entre la plenillanura interior y las pendientes escarpadas próximas a la corriente. 


Peculiar topografía

La peculiar topografía, que conforma un valle a salvo del viento y sometido al sol, propicia un microclima mediterráneo que contribuye a la diversidad vegetal. El visitante encontrará cultivos inusuales en estas latitudes como olivos, vides, almendros, naranjos y limoneros.

En la parte llana, proliferan sobre todo dos tipos de formaciones de flora: rebollares y encinares. Tampoco es extraño encontrarse con rebaños de ovejas pastando en las dehesas, conquistadas por el aprovechamiento ganadero al poderío de las al menos 106 especies halladas en el parque: cornicabras, madroños, madreselvas, encinas, enebros, fresnos, etc.

Los cortados de hasta 400 metros de desnivel y los peñascos que se asoman al río se convierten en el hogar de gran cantidad de aves como el buitre leonado, la cigüeña negra, el alimoche, el águila real, el águila perdicera, el cernícalo o el cormorán. Pero los Arribes acogen también en su conjunto a otros animales como nutrias, comadrejas, jabalíes o corzos. Más de 300 especies de vertebrados.

Punto de partida

La mejor forma de enfrentarse al vasto espacio verde es comenzar por las casas del parque. La de la Torre del Homenaje en Sobradillo (Salamanca) y la del Convento de San Francisco en Fermoselle (Zamora) aportan la información y las claves necesarias para abarcar mejor el parque natural. Además, el conjunto histórico artístico de Fermoselle bien merece ser recorrido y disfrutado.

Rumbo al corazón de los Arribes, el viajero encontrará rutas de poca dificultad, la mayor parte de ellas por llanos y valles, y alguna que se aproxima a los majestuosos cañones. Los amantes del senderismo podrán disfrutar del GR 14 –los GR son senderos balizados de gran recorrido generalmente diseñados para caminatas superiores a dos jornadas-.

Las marcas horizontales de pintura blanca y roja guían al caminante por el Sendero del Duero, cruzando el parque de norte a sur a lo largo de 200 kilómetros. Desde Moral de Sayago (Zamora) hasta La Bouza (Salamanca), el GR 14 –y su variante GR 14-1- recorre pequeños pueblos, huertos, arboledas, dehesas y multitud de miradores asomados a los cortados del río.

Viaje al pasado

Si lo que se busca es una visita por libre, especial mención merece el Camino de los Arrieros, la denominación tradicional del tramo zamorano del GR. La comarca de Sayago ofrece un viaje al pasado, donde todavía se vislumbra, en sus gentes y sus municipios, la humildad castellanoleonesa de mediados del siglo XX.

Un buen lugar para olvidar el desarrollo de las grandes ciudades y desconectar del ajetreo urbano, entre cortinas –terrenos cercados con piedras amontonadas a modo de paredes, a las afueras de los minúsculos núcleos-, antiguos molinos de harina, puentes y pontones para carros, horneras para cocer el pan, potros para herrar a los caballos, chozos para guarecer a los rebaños, telares y fuentes.

La envejecida y hospitalaria población pertenece a la cultura del sudor y la labranza, una tradición que se extiende de norte a sur del parque, y que se deja ver en la piel y los usos gastronómicos basados en la matanza, el pastoreo, la harina y la vid.

Gentes que se aferran a sus costumbres, la naturaleza, la ganadería y la agricultura, en un entorno descuidado, en lo que a comunicaciones por carretera se refiere, y que aprovechan sus escasos recursos al máximo. Una arquitectura popular basada en la piedra y unos cultivos que buscan desesperadamente el agua con pozos, cigüeños o cigüeñales y norias, o con bancales al filo de los acantilados. Un agua garantizada por la gran cantidad de embalses y presas de amamantan a las difrentes comarcas.

Por todo el parque natural de los Arribes del Duero, hay reminiscencias de las diferentes culturas que dejaron su huella en la zona: castros celtas, calzadas y estelas funerarias romanas y otros restos visigodos, musulmanes y cristianos del reino castellanoleonés, como ermitas e iglesias de los siglos X y XI.

Pero el impacto visual del visitante llega al borde de la garganta geológica de los Arribes, la parte que da nombre al parque. Un impresionante espacio natural de abruptos cañones y desfiladeros, por donde el río discurre formando un serpenteante y caprichoso cauce que puede alcanzar los 500 metros de desnivel. Estos enfilados barrancos bajan hasta el Duero, a cuyo paso crea una frontera natural con la vecina Portugal.

El crucero

Al otro lado, partiendo de la comarca sayaguesa, se encuentra Miranda do Douro, un precioso pueblo portugués –cuyo casco histórico merece ser visitado- famoso en Castilla y León por ser un antiguo bazar de la industria textil.

Miranda se ubica en lo alto de un barranco desde el que se puede admirar perfectamente el más característico de los recorridos navegables del Duero. De la falda del cañón, junto a la presa, parte el crucero ambiental de Europarques Hispano-lusos, en la Estación Biológica Internacional Duero.

Crucero ambiental. Frontera de Zamora-Miranda do Douro (Portugal). Estación Biológica Internacional Duero. Salidas todo el año (excepto del 24 de diciembre al 7 de enero). De lunes a viernes a las 17 horas (hora española); Fin de semana, Semana Santa y agosto: a las 12 y a las 17 horas. Precios: 14 euros; Niños 7 euros. También grupos.

Términos municipales del Parque Natural

Salamanca

Ahigal de la Aceiterios, Aldeadávila de la Ribera, Almendra, Barruecopardo, Bermellar, La Bouza, Cabeza de Caballo, Cerezal de Pañahorcada, La Fregeneda, Hinojosa de Duero, Lumbrales, Masuedo, Mieza, La Peña, Pereña, Puerto Seguro, Saldeana, San Felices de los Gallegos, Saucelle, Sobradillo, Trabanca, Vilvestre, Villarino de los Aires y Zarza de la Pumareda.

Zamora

Argañín, Fariza, Fermoselle, Fonfría, Gamones, Moral de Sayago, Moralina, Pino, Torregamones, Villadepera, Villalcampo, Villar del Buey y Villardiegua de la Ribera.


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