Durante las últimas dos semanas he aburrido a muchos de mis amigos y contactos en las redes sociales. Seguro que si estás leyendo esto tú mismo lo has sufrido en tus propias carnes. El motivo era noble: mi artículo "Hacer país" estaba inmerso en el I Concurso de Planificación Hidrológica en España organizado por la web especializada iAgua. De ahí que lo primero que debo hacer es pedir disculpas a todos y todas vosotros por la "chapa" que os he dado.
Y lo segundo, agradecer a las 1606 personas que han visitado el artículo -1606 páginas vitas únicas, 564 "Me gusta" en facebook y 344 RT en Twitter- (la ganadora, Silvia, obtuvo 2587, 104 y 32, el segundo clasificado, Raúl, 2570, 54 y 30 y el tercero, Eduardo, 1790, 257 y 11 respectivamente). Seguro que no todas lo han leído, pero espero que pronto lo hagan. Y por último, más allá de las cosas raras que han pasado durante el concurso, felicitar a Silvia, Raúl y Eduardo por sus excelentes artículos, así como a los otros ocho compañeros participantes. Allá cada cual con su conciencia. HsO, o lo que es lo mismo, Juan Aragoneses, tiene la suya muy tranquila. No todo vale para ganar!!!
Y para finalizar, os dejo íntegro el artículo por si aún no habéis tenido la oportunidad de leerlo y un resumen de las páginas vistas únicas de los cuatro primeros clasificados por día de concurso y la clasificación diaria y final.
Lo dicho, mil gracias a tod@s!!!
Juan
PHN: Hacer País, por Juan Aragoneses - HsO.
El principal reto del nuevo Plan Hidrológico Nacional no es crear
infraestructuras, planificar trasvases ni garantizar m3: es hacer país:
ser capaz de inculcar en las conciencias que el agua es de todos, no
para todos ni para todo, simplemente de todos. Con ello empezaríamos a
garantizar el desarrollo igualitario y solidario de las regiones, o lo
que es lo mismo, garantizar un futuro común como Estado, unión de
culturas, lenguas y diversidades, que deben ser la bandera de esta
nuestra España.
La actual estructura del Estado Español, con 17 Comunidades Autónomas,
cada una con sus intereses, proyectos, anhelos y sensibilidades con
respecto a la captación y posterior uso del agua -en la mayoría de las
ocasiones como consecuencia de unas determinadas políticas económicas y
de desarrollo regional- hacen que exista una verdadera competencia
interregional, y más si cabe con el complejo y desigual sistema
hidrológico español.
De ahí que hayamos sufrido en el pasado verdaderos enfrentamientos
entre Autonomías, ya no sólo políticos si no sociales, por el uso y la
posesión del único recurso verdaderamente indispensable: el agua.
Así tuvimos que contemplar como catalanes y aragoneses por un lado, y
valencianos y murcianos (más almerienses) por otro, salían a las calles
enarbolando banderas de la discordia sin quizás, tener ninguno la razón
absoluta, y lo que es más preocupante, sin pararse ninguno de los dos a reflexionar sobre las razones del otro.
Espectáculos similares contemplamos en Andalucía y Extremadura por el
Guadalquivir o de nuevo en Extremadura y Castilla y León por el Duero,
ambos acabando en el mismísimo Tribunal Supremo.
O más actualmente, contemplamos como murcianos y toledanos discrepan
por las aguas del Tajo y el polémico y vetusto Trasvase Tajo-Segura.
El problema radica en dos cuestiones básicas: una, el modelo- quizás no sólo hidráulico si no Nacional-, y dos, que o
no se ha comprendido o no se ha querido transmitir que el agua de un
río o de un acuífero no pertenece a los lugares por donde este discurre o
se ubica: el agua es de todos, esté donde esté.
Es un hecho que aún no hemos llegado a comprender que en un mundo cada
día más globalizado y competitivo no tiene sentido batallar con el
hermano, olvidando o escondiendo el principio básico de solidaridad interregional, que es vital para seguir compartiendo un futuro común. Solidaridad bien entendida,
por supuesto: el agua es tan indispensable para la vida como
indispensables para ella no lo son según qué tipo de crecimientos que a
su vez, condenan de muerte nuestras costas…Y solidaridad sobre todo, acompasada
con los tiempos que vivimos. En 1992 Alfonso Guerra, en su Discurso de
apertura VIII Jornadas Parlamentarias, El Agua en España, se planteaba
que “si era posible colocar un sistema que haga que el agua que se
pierda en el norte se pueda conducir al sur, al igual que se lleva gas
de Siberia a Marsella”, en clara referencia al trasvasista Plan Borrell,
heredero democrático del sempiterno Indalecio Prieto. Quizás lo que era
sensato en 1992, dados los avances tecnológicos, no lo sea en 2013, al
igual que hoy sería impensable realizar las sensatas propuestas para su
época del formidable ingeniero Carlos Lemaur, del que seguro aprendió el
gran Lorenzo Pardo.
Cierto es que no siempre nuestros responsables políticos son
precisamente eso, responsables, sabedores de los buenos réditos que
pueden conseguir enarbolando banderas que tocan el corazón de los suyos
más allá de ideologías políticas (agua=oportunidades=empleo), pero eso
es algo que los ciudadanos también debemos exigirles: imaginación, creatividad y responsabilidad.
De ahí que para el segundo de los problemas sólo quepa una solución con
doble vertiente: la educación. Hacer ver a la ciudadanía, por desgracia
tantas veces manejada con temas tan sensibles, que no en todos los
lugares hay lo necesario y que la solidaridad debe de primar: ni en
Toledo hay playa ni en Murcia el agua que necesitarían para su
crecimiento. Y por eso ni los toledanos van a dejar de ser tan dueños
del Mar Menor como los sanjaviereños, ni los murcianos tan dueños del
Tajo como los talaveranos. Eso, y responsabilidad de unos y otros
basando las decisiones más en la técnica y mucho menos en la
geopolítica.
El primero de los problemas es quizás la piedra angular de lo que
debería ser el nuevo Plan Hidrológico, acompañado eso sí, de los
correspondientes cambios constitucionales y legislativos
correspondientes. Es más, al igual que primero se capta el agua y luego
se distribuye, el Plan debería ser una consecuencia de éstos, es decir,
de un nuevo modelo de País.
Todo modelo, autonómico o federal, reserva para el Estado una serie de
competencias que, por su importancia para el conjunto, deben ser regidas
por una instancia superior. Hablamos de Política Exterior, Defensa,
etc… ¿Y por qué no el agua y por extensión la energía y el medio
ambiente, incluyendo en éste las costas y el litoral?
De hecho si analizamos la Directiva Marco del Agua, veremos que
establece que “los estados miembros adoptarán las disposiciones
administrativas adecuadas, incluida a designación de la autoridad competente
adecuada, para la aplicación de las normas de la presente Directiva en
cada demarcación hidrográfica situada en su territorio”. Es decir, la
autoridad, en singular. O lo que es lo mismo a nivel
español, las Confederaciones Hidrográficas… Ni Comunidades Autónomas, ni
Diputaciones Provinciales ni Municipios…Éstos últimos, según la propia
Constitución Española, deben garantizar el abastecimiento domiciliario,
pero en este tetris de más de 8.000 municipios que es España, no son
pocos los que además gestionan sus propias captaciones (pozos, sondeos,
ríos, manantiales, fuentes, etc…) sin apenas interferencias externas. O
Comunidades Autónomas como Madrid, donde todo lo domina la hasta ahora
Empresa Pública Canal de Isabel II -Gestión -propietario incluso de sus
propias presas- pero que más allá de dedicarse a sus competencias, desea
ampliar sus quehaceres fabricando un monopolio haciéndose con los
abastecimientos urbanos y alcantarillados de los municipios madrileños y
compitiendo internacionalmente con las empresas tecnológicas del ciclo
del agua. Todo ello, para ser posteriormente vendida al mejor postor…
Y es que las privatizaciones del agua, sobre todo para revertir
suculentos beneficios a las arruinadas administraciones competentes,
dado su alto grado de eficiencia y valor añadido, son uno de los
peligros que más nos acechan en este inicio del siglo XXI. No debemos
jamás olvidar que “el agua es un recurso natural limitado y un bien
público fundamental para la vida y la salud. El derecho humano al agua
es indispensable para vivir dignamente y es condición previa para la
realización de otros derechos humanos”, según el Pacto Internacional de
Derechos Económicos, Sociales y Culturales de la Organización de las
Naciones Unidas. Es por ello que mercadear con un bien común es como
vender nuestra propia alma a un diablo llamado mercado, que sólo
entiende de dinero y nada sabe (ni tiene porque saber) de derechos
humanos, valores y principios.
Buena muestra de ello son las centenares de concesiones que van a
revertir al Estado en las próximas décadas tras enriquecer ilícitamente a
empresas privadas durante 75 injustificables años. Concesiones sobre
todo, hidroeléctricas… O peor aún, el injustificable Catálogo de Aguas
Privadas que nació de la Ley de Aguas de 1985 tras 106 años de
privacidad de las aguas subterráneas.
Por tanto, si fuéramos capaces de articular un nuevo modelo de
convivencia y por extensión, generar las sinergias para aglutinar
esfuerzos encaminados a proteger, garantizar y repartir los recursos
naturales comunes de toda una Nación –agua, energía y medio ambiente-
tendríamos gran parte del futuro ganado. No se trata de desposeer a las
partes sino de potenciarlas fortaleciendo lo que tenemos en común y es
indispensable para la vida de todos, dejando para si lo demás.
Estos principios de eliminar los intereses comerciales del agua,
acordes con la Iniciativa Ciudadana Europea sobre el uso del agua, y la
inclusión de una figura única, no son si no el sueño de dejar en manos
del Estado, y por ende fuera de toda confrontación comercial, social y
política, todo lo referente a ese bien tan valioso y escaso como es el
oro azul.
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