Los demógrafos
dibujan en el mapa una España sin futuro, un extenso territorio del interior
repartido en 22 provincias como si fuera una gran mancha oscura donde el 30% de
los habitantes supera los 65 años. Es una España terminal:
Cuando el demógrafo
Francisco Zamora calculó en 2005 cuáles debían ser las condiciones para que
España tuviera en 2050 la misma estructura de población que en 2001, la mejor
de las soluciones era que cada mujer alumbrara 7,5 hijos. “No hay nada que
hacer”, dice ahora, casi 10 años después de aquel estudio, “salvo que haya
migraciones selectivas”.
Migraciones hubo durante el periodo de bonanza
que trajo a España entre seis y siete millones de extranjeros, pero el
resultado final es pobre. La
natalidad ha vuelto a caer (pasó
de 1,4 hijos por mujer en 2008 a 1,27 en 2013) y el porcentaje de mayores de 65
apenas ha mejorado unas décimas (del 17,6% a 16,7%). No hay reposición. Y la
crisis económica hará el resto.
La situación es
letal:
cientos de pueblos caerán uno tras otro. Como caerá Aguilar de Anguita,
en Guadalajara, a 140 kilómetros de Madrid, si Ángel Álvarez Gago, su mujer y
sus dos hijas, deciden un día de estos hacer las maletas y cerrar Casa Juan, su
restaurante, pegado a una carretera que no está aislada del mundo: a un minuto
en coche está la vía del AVE y a seis kilómetros la autovía Madrid-Barcelona.
No es un pueblo inaccesible, escondido entre lejanas montañas. Sus calles están
limpias y sus casas en pie perfectamente conservadas. Pero allí manda el
silencio. La plaza del Ayuntamiento, donde el consistorio está cerrado, al
igual que el consultorio de salud anexo, es un escenario sin vida. Ángel
Álvarez ha tenido muchos oficios en sus 63 años de vida: ha sido minero en
León, de donde procede, ha trabajado 15 años como electricista en Madrid, ha
estado en la nuclear de Trillo, ha sido vendedor de productos químicos. “No me
gustaba la minería ni la nuclear”, sostiene, así que abrió un mesón en el
pueblo de su mujer, que se nutre de trabajadores de los alrededores, salvo en
el fin de semana. Ángel Álvarez dice que en el pueblo “hacen parada ocho
autobuses al día, cuatro en dirección Madrid y cuatro en dirección Valencia”.
Pero, ¿quién se baja en Aguilar de Anguita?
Hay otra forma de
explicar el problema, como lo ha hecho el catedrático de prehistoria Francisco
Burillo, que ha acuñado un área geográfica denominada la Serranía Celtibérica,
aglutinando comarcas de Aragón, Castilla y León, Valencia y Castilla-La Mancha.
Aunque su iniciativa es discutida por numerosos demógrafos, Burillo toma como
ejemplo un territorio que es dos veces más extenso que Bélgica y que tiene 614
núcleos de población con menos de 100 habitantes (por un total de 566 en el
resto de España). En el interior de ese territorio, entre Teruel, Cuenca y Guadalajara,
la densidad de población es de 1,63 habitantes por kilómetro cuadrado. “Pues bien, la zona más
septentrional de los países escandinavos, que es la región de Laponia, con sus
1,87 habitantes por kilómetro cuadrado, nos supera en densidad”, señala
Burillo. “Pero mientras Laponia tiene un 15,53% de menores de 15 años y un
19,62% de mayores de 65, aquí los menores de 15 son el 7,33% y los mayores de
65, el 32,05%. Estos porcentajes de envejecimiento pueden hacerse extensivos a
otras comarcas. Puede considerarse que la zona está biológicamente muerta”.
Burillo la denomina la Laponia del Sur.En esa misma carretera, en los 50
kilómetros entre Anguita y Molina de Aragón, los pueblos se quedan vacíos por
la noche. Allí, las farolas
iluminan la soledad.
El
catedrático Burillo quiere alertar a los políticos, pero solo algunos pocos son
conscientes del problema, quizás porque les toca muy de cerca, como es el caso
del senador socialista Antonio Arrufat. En tiempos fue presidente de la
Diputación por Teruel, pero sobre todo es alcalde de La Cerollera desde 2003.
Tiene por orgullo que su pueblo haya crecido de 87 vecinos a 112, pero es
consciente de que libra una lucha desigual. Tanto es así que ahora se le
presenta un problema habitual en estos casos: se le han marchado dos de los
siete niños que había en el pueblo, por lo cual corre el grave riesgo de que le
cierren la escuela. Para evitarlo, se las está ingeniando para importar a
una familia desde Calanda, a 25 kilómetros, y reparar esta avería. Arrufat tiene
su propio indicador demográfico. “Si
un pueblo pierde la escuela y se queda sin bar, está en la UCI”. Arrufat
lidera una comisión formada recientemente en el Senado para estudiar el
problema de la despoblación. Por allí pasarán expertos en la materia, alguno de
los cuales no tiene demasiada confianza en esta iniciativa. España no ha
desarrollado un verdadero plan a largo plazo, “de esos que ningún partido toca,
como hacen en Francia”, sostiene Francisco Zamora. Los expertos ven en esta
iniciativa una excusa para renegociar la financiación autonómica. “Sin embargo,
hace ya tiempo que quedó claro que no hay correlación entre mayor inversión
pública y mayor desarrollo. Los propios documentos de la Unión Europea lo
constatan”, asegura el demógrafo Luis Antonio Sáez, director del CEDDA (Centro
de Estudios sobre Despoblación y Desarrollo de Áreas Rurales).
Sáez
forma parte de un grupo de expertos de la Universidad de Zaragoza que estudió
los efectos de la inmigración en las 22 provincias españolas que habían perdido
población durante los años noventa. Estudiaron el impacto de la llegada de
inmigrantes en dos periodos, los que van de 1991 a 2000 y de 2000 a 2008. La
conclusión es que la inmigración de los años de bonanza económica no resolvió
el problema general, aunque fue un alivio en algunas provincias. Analizaron
posteriormente los datos hasta 2011 “y lo que podía verse es que las provincias
que habían perdido población entre 2000 y 2008 seguían haciéndolo en conjunto a
un ritmo parecido aunque levemente menor, y aquellas provincias que se habían
recuperado seguían perdiendo población pero a un ritmo que era la mitad que el
de los años de expansión”, afirma Vicente Pinilla, uno de los autores de este
estudio, publicado en inglés, dado que ninguna editorial en castellano ha
mostrado interés en él. Las cinco provincias con más pérdida de población son
Lugo, Ourense, Zamora, Teruel y Asturias.
Todos
los estudios señalan a Lugo y Ourense como las más afectadas. Y numerosos
autores se preguntan cuántos gallegos habrá dentro de varios decenios. “Haría
falta una inmigración neta anual de 20.000 mujeres para mantener estable el
número de nacimientos hasta 2050”, ha llegado a calcular Xoaquín Fernández
Leiceaga, profesor de Economía Aplicada en la Universidad de Santiago y
diputado autonómico socialista. Fernández establece una dura previsión para el
futuro de Galicia en uno de sus trabajos: “Galicia gira alrededor de la
autopista atlántica: el resto será paisaje”. “Puede parecer una frase
excesiva”, dice, “pero lo que es evidente es que la población se concentrará en
esa franja atlántica y en un periodo de 10 a 15 años su peso será superior. No
tendrá unos efectos dramáticos porque la población de las zonas rurales ya está
inactiva. Habrá una mayor actividad forestal, que tirará poco del empleo,
algunas cabeceras de comarca que serán más dinámicas, pero, sí, se consolidará
el paisaje”.
El
paisaje gallego que describen los expertos es preocupante: el 85% de los
municipios (que agrupan varios pueblos y aldeas cada uno) tiene problemas, tal
y como lo describe Julio Hernández Borge, coordinador de la cátedra Unesco de
Migraciones, quien en su obraGalicia.
Una poboación aventellada señala 211 municipios con más del
20% de personas de 65 años en adelante, 168 con más del 30%, 54 con más del 40%
y tres, con más del 50%. Cuando escribió el libro, fechado en 2010, solo había
un municipio con más del 50% de población mayor. Al revisar sus datos para
2011, aumentaron a tres. Están en Ourense. Son A Teixeira, San Xoan de Rio y
Lobeira.
La
prensa local se ha hecho eco de la vida en estas poblaciones, señaladas con el
dedo del demógrafo. Así el diario La
Voz de Galicia glosaba el pasado junio la mejor noticia
sucedida en mucho tiempo en Teixeira: el nacimiento de Tomasina, hija de una
inglesa y un catalán, dos artesanos que emigraron a esta zona de la Ribeira
Sacra. El alcalde, el popular Miguel Antonio Cid Álvarez, era capaz de decirle
a los periodistas, uno por uno, los niños —“rapazones”— que hay en A Texeira y
alrededores. El censo refleja una población de 406 habitantes, 219 de los
cuales (el 54%) han alcanzado la edad de jubilación.
La
Xunta de Galicia emprendió hace un año un Plan de Dinamización Geográfica sin
consenso, cuyos resultados no podrán evaluarse, según la Consejería de Bienestar,
hasta 2016. Entre las 69 medidas está la divulgación de anuncios en prensa y
televisión animando a la población a fecundar hijos, una estrategia que los
demógrafos consultados consideran inútil. Castilla y León propone medidas para
cuando el PIB de la región crezca a un ritmo superior al 2,5%, un hecho
improbable en estos años.
La
crisis acentuará el problema. Los demógrafos aventuran que cada vez más
ciudadanos vivirán en cabeceras de comarcas e irán al campo solo a trabajar.
Los pueblos quedarán para el fin de semana, como sucede en Aguilar de Anguita.
Y la España terminal seguirá su avance.
La Siberia peninsular
Guadalajara (257.000 habitantes) es la
provincia que más ha crecido en España entre 1996 y 2013, casi un 64%. Pero esa
estadística es engañosa: la provincia contiene algunos de los vacíos
demográficos más graves.
“Estamos a un paso de Madrid, pero el 85%
de nuestra provincia es una de las partes más despobladas. Somos la Siberia de
España”, dice Jerónimo Lorente, portavoz de La otra Guadalajara, un movimiento
ciudadano que trata de llamar la atención sobre la despoblación en la
provincia: “Somos los numantinos de antaño. Vamos a defender nuestro territorio
a vida o muerte porque es un enfermo muy grave”, dice, pero al mismo tiempo
reconoce las dificultades de su empeño: “Somos pocos a la hora de ir a votar y
eso es lo que realmente importa a los políticos”. El martes, se reunían con
otra asociación de la provincia, la Plataforma Sierra Norte.
“Si quitamos el corredor del Henares, el
área de influencia metropolitana de Madrid, el resto sigue siendo un erial”,
afirma el profesor Luis Antonio Sáez. De sus 288 municipios, 228 tienen menos
de 250 habitantes y 160 menos de 100. Más del 50% de la población se concentra
en tres Ayuntamientos (Guadalajara, Azuqueca de Henares y Alovera). 201 pueblos
perdieron población.
Para Sáez, Guadalajara es un ejemplo de que
“el análisis provincial es desenfocado” y de que hay que estudiar el problema
comarca a comarca a la hora de estudiar soluciones.
Luis Gómez. El País. 18 de octubre de 2014
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