Este año el Día
Mundial del Agua tiene como lema “agua y
desarrollo sostenible”, o lo que es lo mismo, las interacciones entre el
agua y las tres dimensiones del desarrollo sostenible: social, económica y
ambiental.
En esta época en
la que según algunos extremistas y otros muchos interesados, parece que cada
día está más cerca la fragmentación de España por motivos políticos, servidor,
nacido y criado en Alpedrete (Madrid, 14.005 habitantes), piensa mucho más en
esa otra fragmentación, mucho más
real y palpable, entre la España urbana,
próspera y vital, y la España rural que agoniza.
De ahí que
uniendo ambas realidades me propongo reflexionar sobre el actual estado del medio rural español y las
necesarias actuaciones para evitar su muerte definitiva, siempre desde un punto
de vista social, económico, medioambiental e hídrico.
En los
corazones de la mayoría de las gentes habita un sentimiento común de
pertenencia a un lugar y de defensa de lo “suyo”. Lo mismo defiende el toledano
“su” Tajo que el extremeño “su” campo, un manchego “sus” Tablas de Daimiel y un
salmantino "sus” papeles. También un catalán su lengua. Pero lo que está
en juego es mucho más que eso, es la supervivencia de la España rural, de esa
otra España tan bella como desconocida para muchos. Y para ello sólo hay una
solución: un pacto de Estado que
reorganice territorialmente España y que evite la lenta agonía de las zonas
rurales.
No es una
cuestión de ahorro, es cuestión de
servicios públicos y eficiencia que produzcan bienestar en la gente. Eso, combinado de trabajo y oportunidades, o
lo que es lo mismo, inversión productiva,
es la ecuación perfecta para regenerar
nuestro medio rural.
Una
consecuencia de todo ello es el paupérrimo
estado de la depuración en los pueblos españoles. Los ayuntamientos
pequeños no pueden abordar los costes de operación y mantenimiento de las
depuradoras en el caso improbable de que las tengan. Sobre todo si son pueblos
dispersos, como ocurre en las soledades del interior peninsular. Para los
ayuntamientos son infraestructuras impopulares, porque en zonas donde se
consume agua de pozo a un precio irrisorio que apenas llega al céntimo de euro,
la depuración eleva los costes hasta los 80 ó 90 céntimos de euro el metro
cúbico. De ahí que algunos alcaldes privilegiados opten por no poner en
funcionamiento sus EDAR con las consecuencias ambientales que su decisión
provoca.
No olvidemos además
que media España, la próspera y
urbana, bebe agua de los ríos que nacen
en estas zonas deprimidas del país: el Duero en Soria, el Tajo en Teruel y
reparte su agua hacia el próspero levante a través del trasvase Tajo-Segura
desde tierras de Guadalajara. ¿Solidaridad?
Son muchas las
provincias de España donde sus índices poblacionales llevan demasiados años
siendo negativos: Soria ha perdido en el
último medio siglo el 40% de su población. Ávila el 35%. Salamanca el 15%. Alicante ha ganado un 200%. Cádiz un
100%. Esa es la diferencia.
Son excesivas las comarcas enteras donde hace años que
no ven el nacimiento de un nuevo vecino. Son demasiados los pueblos, pedanías, anejos y entidades menores donde ver
a un vecino menor de 60 años es tarea más que imposible un martes del mes de
febrero. Es muy triste escuchar cómo te cuentan que el pueblo no tiene escuela
desde hace 20 años por falta de niños. Es bochornoso ver y contemplar cómo
lugares únicos y maravillosos de los Montes de Toledo, de la Alcarria, de la
raya salmantina o de otras muchas zonas de España, se mueren sin que nadie le
ponga remedio…
Desde el piso
de una ciudad desde el que algunos podáis leer esto, os puede parecer
exagerado. Seguramente os provoca risa cuando alguna vez se ve en la tele eso
de las caravanas de mujeres o cuando, ese anciano que en paz descanse decía eso
de que “¿y el Madrid qué, otra vez campeón de Europa?” Pero cerrad los ojos y pensad cómo será ese
pueblo en el que nacieron vuestros padres o abuelos, al que vais en verano,
ese en el que os bañabais en el río cuando erais jóvenes, cuando, pasado el
verano, todos volvéis a la ciudad…
En España a
fecha 1 de enero de 2014 había, según el INE, 8.117 municipios (o lo que es lo
mismo, ayuntamientos), de los que 6.813
tienen menos de 5.000 habitantes. ¡El 84%!
Por poner sólo
un ejemplo, en la provincia de Guadalajara existen 288 municipios de los cuales
170 tienen menos de 101 habitantes y sólo 8 más de 5.000…es decir, sólo el 2,8%
de la población vive en municipios
medianos o grandes que son los únicos capaces, ya no de proporcionar buenos
servicios públicos, si no de simplemente darlos.
Al llegar a uno
de esos pueblos, el otro Alpedrete, Alpedrete de la Sierra (Guadalajara,
35 habitantes), lo primero que notas es una intensa soledad. Te das cuenta que estás solo, de que no hay nadie
por las calles. Si con suerte te cruzas con un par de personas, te das cuenta
cómo te observan al darles los buenos días…Evidentemente, saben más que de
sobra que es la primera vez que pasas por allí. Cuando paseas por esos rincones
te das cuenta que allí no pasa el tiempo.
Miras las fachadas de sus casas, con ese aspecto de a medio pintar tan
característico. Sus hombres con sus burros, porque gracias a dios, aún quedan
burros… Sus bicicletas aparcadas delante de las casas, artilugios que bien
podrían estar sacados de “las bicicletas son para el verano”. Paseas por esas
calles de hormigón, estrechas y por supuesto sin aceras, con sumo cuidado para
no pisar la mantita con garbanzos y judías que la “señora María” ha dejado
delante de su puerta. Oyes a lo lejos como una furgoneta parada pita
insistentemente: es el panadero…Y al entrar en sus ayuntamientos, descubres que
comparten un auxiliar administrativo con otros 4 ó 5 pueblos de la comarca, y
ahí se acaba todo. Al hablar con sus alcaldes, si es que se da el caso normal
que están jubilados y no están en sus trabajos cotidianos, descubres como para
arreglar una calle tienen que suplicar la subvención de alguien y si no, pues
no se arregla. Pero son personas de
verdad. Sin maldad. Siempre con una sonrisa y cargados de amabilidad y
hospitalidad.
Recuerdo el
primer pueblo que visité en mis viajes por Castilla: Marrupe, en Toledo. Era un
viernes de junio a eso de las 10 de la mañana. Había unas 50 personas en la plaza.
¿Serían las fiestas? Un hombre se dirigió a nosotros: era el Alcalde. Estaban
todos tomando chocolate celebrando el nacimiento de la hija de la "chica
de la farmacia". Tras visitar su embalse y su depósito de agua y su recién
estrenada potabilizadora (sufragada con Fondos
FEDER) el buen hombre nos invitó a conocer el nuevo centro social del
pueblo. Una casa frente al Ayuntamiento, recién reformada, donde los vecinos
podrían "echar la partida" y los pocos chavales pasar las tardes. ¡Se
le veía una cara de felicidad! Ese hombre había conseguido el anhelo de sus
vecinos con mucho esfuerzo y ahora, se enorgullecía de mostrarlo a todo nuevo
visitante que por allí pasaba...
Pero, ¿qué pasará en 50 años cuando por los
efectos del tiempo esas humildes y gentiles gentes ya no estén? ¿Qué está
pasando ya con todo esos “Señores Cayo” que se empeñan en no dejar morir esa
España tan especial?
Cuando veo los
parques del extrarradio de Madrid llenos de parados pasando la mañana me los
imagino ganándose la vida dignamente en pueblos ahora vacíos y olvidados.
Pero es verdad que
esas zonas tampoco andan sobradas de oportunidades. La gente se va de allí por
algo. Por eso pienso que si las gentes volvieran y las inversiones llegaran,
con ellos llegaría la esperanza.
En esta época
de crisis en las que muchos abogan por el
“austericidio” yo apuesto por la inversión, las mancomunidades de servicios
(Aguas del Huesna, por ejemplo), la unificación de ayuntamientos para mejorar
su capacidad de actuación, por bonificaciones fiscales y un largo etcétera de
medidas que a buen seguro harían brotar el agua de la vida en todas aquellas
zonas que hoy se mueren.
No es normal
que en una época en la que las distancias no se miden en kilómetros sino en
tiempo, en el que todo está cerca, sólo lleguen las grandes inversiones
públicas y privadas a las grandes concentraciones de población y a los centros de
poder.
Es muy triste ver como esa España se nos muere. Es muy triste ver como zonas ricas en tierras de
cultivo, en ganado, en recursos energéticos como sol, viento y biomasa, en entornos
dignos de ser conservados y visitados, en caza y pesca y en muchas otras cosas
bondades, se nos queden despobladas. Y a
eso le debemos poner remedio. Es nuestra responsabilidad.
Si puedes soñarlo puedes hacerlo.
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